Hoy en día se sabe que el consumo de chocolate en cantidades moderadas produce sensación de felicidad, porque induce a la producción de una sustancia vinculada a la serotonina, hormona responsable directa de las sensaciones de tranquilidad, relajación y felicidad. Alivia el síndrome premenstrual. Estimula el organismo ya que ejerce un efecto parecido al de la cafeína (pero en menos medida). Produce sensación de saciedad y de fluidez mental. Protege al corazón. Frena el envejecimiento.
¿Habrá puesto Dios al cacao algo de sí mismo? Porque no hay mayor sensación de bienestar, que estar bien con Dios. El chocolate nos proporciona una sensación placentera, pero pasajera. La cercanía de Dios, nos proporciona una sensación de felicidad constante. No hay mejor remedio para la ansiedad y las preocupaciones, que los brazos de nuestro Dios. Esto no quiere decir que debemos desechar el chocolate, pero cuando busques paz, no la busques en el chocolate, búscala en Dios.
En el mundo hay gran necesidad de bienestar, tanto físico como emocional. El Señor es el médico de médicos, tanto en lo físico, como en lo emocional. Cuántos casos hay en que la ciencia dijo “no hay nada que hacer”, pero Dios mostró su poder, levantando a esa persona desahuciada. Nosotros los llamamos milagros, pero el mundo no quiere creer que Dios sigue haciendo milagros, aunque lo vean con sus propios ojos. Cuántos casos conocemos de personas, que a punto de quitarse la vida, tuvieron un encuentro con Dios, a través de uno de sus hijos, que apareció justo a tiempo, para disuadirlos. Ni el mejor psicólogo puede lograr dar tanta paz y deseos de vivir que nuestro Señor.
Si buscas la felicidad, bienestar, si buscas paz, si buscas salud, hay un solo camino seguro: Jesucristo. Él está dispuesto en todo momento y en todo lugar. Cuéntale tus penas, tus preocupaciones, no hay mejor consejero, no hay mejor psicólogo, no hay mejor médico de almas, que Él. Es el mejor amigo y confidente, sana todas las penas y calma cualquier tempestad.
“¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar?
En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré.
¡Él es mi Salvador y mi Dios!”
Salmos 43:5 NVI
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